Por Ricardo Kaliman - Doctor en Letras
A mediados de los 1950, el guionista Germán Oesterheld propuso en la editorial para la que trabajaba hacer una historieta sobre un gaucho desertor. El director de la editorial le hizo transformar el personaje en el sargento Kirk, desertor del ejército norteamericano. Aunque el género de la historieta había cobrado cierto desarrollo propio en Argentina, sus primeros impulsos provenían de la influencia de difundidas traducciones del comic de Estados Unidos. El director quería ir a lo seguro.
Cuando, en 1957, Oesterheld creó su propia revista, volvió sobre sus anteriores afanes y ambientó en Buenos Aires la historieta de ciencia ficción que comenzó a publicar en ella. No era una simple localización geográfica. Dentro de los códigos característicos de la ciencia ficción, Oesterheld imprimió a los personajes de El Eternauta, a sus diálogos y su contexto, rasgos reconocibles de la cultura argentina. No era el primero en hacer historietas con “color local”, pero el oficio con el que Oesterheld logró plasmarlo fue uno de los factores por los cuales esa historieta ganara cada vez más adeptos y terminara convirtiéndose en un verdadero clásico, disfrutada y valorada por generaciones.
Que, luego de varios proyectos fallidos, El Eternauta llegue por fin a la pantalla suscita entusiasmo y expectativas, pero también interrogantes. Quienes llegamos a aficionarnos en las distintas dimensiones en las que esta historieta ostenta sus logros estéticos y narrativos, ¿qué reconoceremos de ella en esta versión trasvasada al lenguaje audiovisual del streaming del siglo XXI?
El Eternauta, una pasión argentinaNo me refiero a las modificaciones inevitables que surgen del pasaje de un medio a otro, desde la secuencia de viñetas congeladas al flujo de imagen y sonido simultáneos. O de adecuaciones imprescindibles a las transformaciones que el contexto social ha vivido a lo largo de casi 70 años: roles de género que a fines de los 1950 parecían imperturbables hoy resultan poco menos que inaceptables en el consenso público.
Pero hay otros aspectos en los que El Eternauta se distingue y que ayudan a entender el ganado favor de generaciones de lectores, para quienes constituyen su sello y su identidad. Destaco tres de ellas:
• Singular desafío es el de replicar la particular idiosincrasia del “color local”, y al mismo tiempo conformarla a las modalidades culturales reconocibles por la audiencia del siglo XXI. Por exigencia de los herederos de Oesterheld, la filmación se hizo en Argentina, con director y actores argentinos, pero la producción de la miniserie quedó en las manos de una plataforma de streaming con llegada internacional y que aspira por eso a ganarse a un público de una enorme diversidad. ¿Qué efectos habrán tenido estos requerimientos sobre los rasgos de argentinidad?
• Aunque buena parte del argumento se fue haciendo sobre la marcha, la historia se va desplegando con elegancia, con capas que se van levantando una a una hasta dar cuenta de un mundo creado internamente coherente dentro de su fantasía. Con ingeniosa maestría, Oesterheld resuelve las situaciones límite, que se suceden una tras otra, siempre dentro de esa coherencia, en contraste con cierta ciencia ficción de consumo reciente en la que la creación de situaciones dramáticas y atractivas se prioriza por sobre la consistencia del mundo creado.
• Y mencionemos también el sentido político de El Eternauta. Algunas interpretaciones se hacen eco de la fervorosa militancia en la que Oesterheld se comprometió en los últimos años de su vida, canalizada en la segunda parte que escribió en esos años. No eran estas sus convicciones cuando escribió la primera parte, la aquí relevante, pero sin duda hay aquí también nítidas perspectivas éticas. La fórmula “nadie se salva solo” suele usarse para sintetizar estas posiciones. A lo largo de la historia, en distintos niveles, se expresa constantemente el contraste entre la solidaridad de los héroes y el egoísmo de sus antagonistas, instrumentos esclavizados de un poder siempre oculto. ¿Habrá habido voluntad de preservar esta compleja riqueza?